9 de octubre de 2011

Ayer me di cuenta que este no es un gran blog. O que no es un blog en absoluto. Es más, que no me gusta siquiera la gente que escribe blogs. Que para escribir cosas largas (relatos, novelas) no es éste el mejor camino. Me di cuenta así, de repente, y fue como un fogonazo. Como cuando te das cuenta que no estás enamorado y listo, te das cuenta que ya podés olvidar a esa persona y dejarte de hacer el alma en pena y llorar, emborracharte y creer que la vida es una mierda. Listo. Me di cuenta. Me di cuenta eso mientras estaba en una fiesta. Una fiesta rara. Y digo rara y parezco conservador. Se casaban dos mujeres. Era en un patio y habían gays por todos lados. En un momento me parecía que me miraba una chica, pero no podía estar seguro si me miraba a mí o a mi novia. Fue una duda que no había tenido antes. Me imaginé un mundo lleno de gays (sí, tengo una cabeza primitiva) y donde los hetero no podíamos darnos un beso. Se lo comenté a mi novia y no se río en lo más mínimo. Pero seguía siendo raro estar en un mundo donde las reglas eran móviles y donde no sabía con certeza casi nada. También pensé una idea para una novela. Un escritor fracasado que le devuelven su 7 novela de una editorial y le piden que no manda más nada por favor. Ese escritor era el protagonista y yo podía tener la total libertad de escribir para el orto sin que nadie me diga nada porque el protagonista escribía mal. Me pareció una idea brillante y también me sentí un poco cobarde. Nueva regla para estos pequeños posteos: no corregir.